¿Alguien me ha visto?
Hace ya tres meses que comencé mi trabajo como enfermero en «The Lister Hospital«. Tres meses en los que no he conseguido adaptarme. Ni al trabajo en un Hospital inglés ni a la vida en Londres.
El trabajo en un Hospital inglés es diferente al que te encuentras en España. Era algo que tenía en mente, pero hasta que no lo vives, hasta que no lo experimentas, no te das cuenta.
Cuando empecé en el Hospital estuve dos semanas casi como aprendiz, como si de un estudiante se tratara. No me dejaban siquiera poner un tratamiento intravenoso. Y eso, para alguien que ha trabajado tantos años en España, con una completa independencia, es difícil de asimilar.
Al menos ha sido, y sigue siendo a estas alturas de la película, para mí.
Pero lo difícil no fueron solo las dos primeras semanas, pues aún después de tres meses en el trabajo, siento que me siguen tratando como un estudiante.
Quizás sea la manera que tienen ellos de trabajar, o quizás es que tengo cara de panoli, pero para ser sincero, es algo frustrante.
Pero no solo esto es decepcionante.
Aquí tienen protocolos y políticas de empresa para todo. Incluso para dar una pastillita, llamemos paracetamol, tienen un protocolo.
Y debes seguirlo a rajatabla, pues aunque sepas que es completamente absurdo, no puedes revocarlo, pues estarías atentando contra su política de empresa. Una desgracia, vamos.
Si tuviera que resumir mi estancia en el Hospital con una sola palabra, esa sería FRUSTRACIÓN.
Muchos pensareis que soy un poco exagerado, y quizás estéis en lo cierto.
A veces pienso si el problema es simplemente mío por no adaptarme a su manera de trabajar.
Puede que cierto también. Pero afortunadamente he conocido otras enfermeras españolas que piensan igual que yo. Algunas están pensado en la vuelta a España. Yo también lo he pensado. Otras sí lo han hecho.
De echo, esta tarde una de ellas, me ha confirmado que se ha despedido.
Simplemente no ha aguantado más y ha decidido que lo mejor es largarse. Y no la culpo.
Hay momentos que me autodespediría y me volvería a España. Pero existen otros factores que me impiden dar ese paso.
El económico es uno de ellos. Otro es el autofracaso. El pensar que he fracasado en esta aventura londinense y que no he conseguido nada.
Se que diréis que no debo considerarlo un fracaso, pues he mejorado mi nivel de inglés, me he quitado miedos y he ganado experiencia, quizás no profesional, pero si personal.
Y por eso y mucho más, hay momentos que me digo a mi mismo que no debo tirar la toalla, que debo seguir adelante. Como veis, tengo un lío de cojones.
La vida en Londres es dura, pero te puedes adaptar y acoplar a ella de manera más o menos satisfactoria.
Quizás haya mucha gente, demasiada gente. Quizás las distancias sean enormes. Pero al final tienes infinidad de actividades con las que alimentar tu tiempo libre. Otra cosa es aprovecharlas. Cosa que creo, sinceramente, no estoy haciendo.
Creo que el hecho de no estar bien en el trabajo hace que no disfrute de Londres en toda su plenitud. O también es posible que los problemas y carencias viajan contigo allá donde vayas.
Da igual donde estés, pues tus problemas, al final harán acto de presencia.
El problema, valga la redundancia, es que no se cuales son.
Allá por los primeros «post» de Australia decía que estaba intentado buscarme a mi mismo.
Pues bien, después de un año, o estoy muy escondido, o no he buscado bien.
No creo que haya un libro de instrucciones para eso de «buscarse a sí mismo», ni una receta mágica.
No se cual es la solución. Pero claro, antes de buscar la solución, debería saber cual es el problema. Si es que hay algún problema.
Vale, estoy empezando a divagar. Ya paro.
Solo quería expresar mis sentimientos de alguna manera. Y que tengo muy parado el «proyecto» de los relatos raros. Si no se por dónde encaminar mi vida, mucho menos la de Alexander Campos.
Gracias por leer estas divagaciones estrafalarias y espero vuestro comentarios. No os tiréis mucho al cuello.
Abrazos y besos. Nos vemos en los bares.
Sergiete, el que se busca.